Peña Nieto, domador de cocodrilos.
La invitación hecha a Donald Trump, para entrevistarse con Peña Nieto, fue un rotundo fracaso, todos hemos visto la forma en que el candidato neoyorquino ha ridiculizado a su anfitrión, exhibiéndolo por un lado, como un mentiroso, sobre el asunto del pago del muro y por otro, al presentarlo como un servil. Esto lo hizo en el programa Saturday Night Live, de la cadena NBC, donde el magnate, se interpreta a sí mismo, en un sketch, recibiendo a un actor que hace el papel de Peña Nieto, llevándole un cheque para pagar el muro y todavía, este, se disculpa por haberse tardado.
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Mucho se ha hablado y escrito sobre esta visita, considerada por la mayoría de la población, como un error, algunos otros, lo ven como un acierto. Pues cada quien ve lo que quiere ver. Lo que si no está sujeto a interpretaciones son los hechos, la cruda realidad.
Venir a México le permitió a Trump, mejorar su posicionamiento electoral, demostró tener las agallas suficientes para restregarles a los mexicanos en la cara todo lo que les ha dicho desde el otro lado de la frontera y lejos de disculparse por ello, se ufanó de esto, frente a sus fanáticos seguidores, quienes se regodearon por la forma en que nos ha insultado aquí y allá y el gobierno de México, demostró una humillante debilidad.
Quienes han salido en defensa de esta malograda jugada por parte del gobierno, alegando que era importante que Trump conociera de viva voz la realidad de México, pecan de ingenuos, por decirlo amablemente ¿De veras hay alguien que piense que el ambicioso magnate desconoce la realidad mexicana? Les puedo asegurar que este tipo conoce más de nuestro país que la mayoría de los mexicanos.
Se decía también que en un acto de audacia, inteligencia y buen manejo diplomático, se había invitado a los dos aspirantes a la Casa Blanca y que el objetivo final era que, quedara, quien quedara, se dejaran abiertos canales de comunicación para el futuro inmediato; pues parece que el único canal que quedó abierto fue el del desagüe, por donde se fueron todas las inocentes e imprudentes intenciones del gobierno de México. Hilary Clinton, mandó al carajo la invitación presidencial mexicana, dándonos lecciones de cómo se deben manejar las cosas cuando se tiene dignidad.
Ponerse de rodillas y presentarle ofrendas a un megalómano del calibre de Donald Trump, es lo peor que se puede hacer. Personalidades como la suya, sienten una siniestra satisfacción por humillar a quien se inclina hacia ellos y se deleitan con los sumisos y timoratos cuando hacen escarnio público de sus diminutas humanidades.
Estos individuos, sienten mayor respeto por quienes los confrontan, que por aquellos que los adulan y esto el presidente y su séquito de asesores no lo entendieron nunca y creo que siguen sin entenderlo.
La pregunta qué hacen los justificadores de lo injustificable es, ¿Y qué debería hacer entonces el gobierno mexicano?
Pues poner en funcionamiento su aparato diplomático, político y económico y de una forma sutil e ingeniosa, generar una contra campaña, unas veces pública otras velada y hasta secreta, si se requiere, contra las difamaciones y calumnias que se han vertido sobre los mexicanos, haciendo esto a través de los sectores sociales y productivos, valiéndose de las redes sociales, los medios masivos de comunicación y sus extensas organizaciones, como los sindicatos, asociaciones civiles, etc..
Por ejemplo no hemos visto que los exportadores hagan pronunciamientos públicos, no hemos visto una campaña dentro de estados unidos ponderando los grandes beneficios que le reporta a Estados Unidos la relación con México, que va mucho más allá de la exportación de mano de obra ilegal barata. No hay un equipo de comunicadores operando a través de internet, acciones de propaganda, cuidando, claro está, de no entrometerse abiertamente en el proceso electoral, pero si haciendo todo cuanto esté al alcance del gobierno mexicano para que Trump sea derrotado.
Ya deberían estar agentes mexicanos infiltrados entre la comunidad latina, promoviendo el voto a favor de los demócratas. Espero que ya lo estén haciendo.
No faltarán los de siempre, que vendrán con sus blandenguerías a decir, ¡no podemos entrometernos en la vida interna de otro país! Claro que sí debemos hacerlo, están en riesgo nuestros intereses ¿o piensan ustedes que los gringos no se meten de lleno en las elecciones en el nuestro?
Enrique Peña Nieto, se parece a un bisoño domador de cocodrilos, que se para frente a un enorme cocodrilo del Nilo de seis metros de largo, con un pedazo de pollo en la mano, tratando de controlar al saurio, el cual se acerca dócilmente, hasta ponerse a sus pies, pero no va por el pollo, sino por el domador, al que finalmente lo devora por completo.
Eso es lo que vino a hacer Donald Trump a México.
Armando Sánchez Salcido