Las víctimas perpetuas


Hace algunos años me tocó conocer al sobreviviente de un campo de concentración nazi quien andaba por estos rumbos comprando terrenos para construir unas casas en El Tezal, en Cabo San Lucas.

Cuando me lo presentaron lo primero que hizo este señor fue preguntarme si acaso yo era alemán -seguramente por mis ojos azules, rubia cabellera y piel blanquísima-.

Obviamente le dije que era más mexicano que el pulque que corría por mis venas.

Y sin que viniera a cuento me relató que de niño había estado en un campo de concentración y me mostró la serie de números tatuados en su brazo.

Y agregó que de haber sido yo teutón seguramente no habríamos podido tener ningún trato comercial. Con lo que estuve de acuerdo, porque ese pobre hombre seguía encerrado en aquella prisión de su desafortunada niñez.

A lo largo de la vida me ha tocado conocer a mucha gente que vive prisionera de sus recuerdos. Atada al pasado con las pesadas cadenas de sus traumas y complejos. Están incapacitados para ser felices y van por la vida destilando amargura y tratando de obtener un poco de lástima de los demás a cambio de que los escuchen contar sus desgracias y calamidades.

Yo estoy convencido de que todo lo que nos pase en la vida puede tener un lado bueno. Aunque llegue a sonar frívolo afirmar esto.

Lo importante a mi juicio, no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con eso y cómo lo aprovechamos para que sea motivo de crecimiento personal.

Algo parecido nos ocurre como nación.

Venimos de un brutal encontronazo entre unos barbajanes que resultaron ser las huestes de Hernán Cortés con él a la cabeza, y un imperio tiránico, opresor y caníbal como eran los mexicas de Moctezuma. 

Odiados y repudiados por sus vecinos tlaxcaltecas, cempoaltecas, chalcas, huejotzingas y texcocanos los guerreros de la gran Tenochtitlan sucumbieron al asedio de estos pueblos prehispánicos comandados por los conquistadores europeos.

De esta tragedia surgió el rico mestizaje que nos identifica ahora como nación y que nos da tanto de qué sentirnos orgullosos como mexicanos.

Y sí. De la trágica conquista española nació esta gran nación que es México.

Pasarse la vida lamentándose por afrentas pasadas, injusticias padecidas, y otro rosario de lamentaciones, además de inútil es un desperdicio de tiempo y energías.

En lugar de estar escarbando en el pasado como buenos masoquistas, debemos poner pecho pa enfrente y de cara al futuro aprovechar todo lo que nos ha pasado para seguir avanzando. Tanto como individuos, como nación.

En este convulso mundo, grandes acontecimientos se nos vienen encima y debemos prepararnos para hacerles frente, Oportunidades únicas que solo quienes tengan visión y determinación podrán aprovecharlas.

Pero no es viendo hacia el pasado como habrá de suceder esto.

Lo que les haya pasado…Supérenlo ya.

 La vida continúa y den gracias a Dios que podemos reinventarnos cada día para ir en pos de un mejor país.

ASS






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