Diplomacia peligrosa
Concluyó el mes patrio con señales encontradas por parte del presidente y su gabinete. Lo más rescatable fue que se celebró, por fin y con bombo y platillo, aunque por temas más bien coyunturales, una fecha que normalmente pasa desapercibida en nuestro calendario cívico.
Definitivamente a la consumación de la independencia no se le ha dado la importancia que merece y debemos reparar en lo siguiente: sin un 27 de septiembre no existiría la celebración perenne del Grito de Dolores en la noche del 15 a partir de un capricho dictatorial de Porfirio Díaz, o como era hasta ese entonces en la madrugada del 16.
El presidente aprovechó, sin embargo, una fecha sacramental mexicana para celebrar a un dictador insular que por su condición anti-demócrata no goza de una reputación entre la comunidad de naciones que le permita ser objeto de homenajes; sin embargo, en México lamentablemente encontró cobijo.
Las deferencias proferidas desde el inicio del discurso presidencial al actual presidente de Cuba colocaron nuevamente en el ojo del huracán las relaciones diplomáticas de México con los Estados Unidos.
Como decía en su canción el famoso cantante Juan Gabriel –“pero ¿qué necesidad?”
Si de por sí nuestro presidente, con el debido respeto, no es experto en temas internacionales –aunque sé que la investidura presidencial no exija ser perito en todo el quehacer que conlleva tan alto cargo- y tan sólo ha realizado un viaje al extranjero en lo que va de su sexenio no acabo de entender porqué decidió utilizar nuestro tradicional día de independencia para enviar un mensaje de solidaridad a un régimen totalitario.
Es bien sabido que en donde el presidente sí juega de local es en el oficio político y la sensibilidad que ha desarrollado a la largo de las décadas le ha proporcionado un olfato muy singular para salir avante a la hora de sortear tempestades que se suscitan de manera natural en ese ámbito. En este tema cubano le falló.
México no puede darse el lujo de desairar e ignorar a su mayor socio comercial con guiños trasnochados, propios de hace cuarenta o cincuenta años, cuando compara la larga noche cubana con la resistencia numantina. Simplemente no hay paralelos válidos en esos dos conceptos y luchas. Traten de encuadrar a un círculo y verán cuán fútil es ese ejercicio. ¿Es mérito lograr perpetuarse en el poder con el apoyo militar cupular en contravención a expresiones ciudadanas de poder?
El hecho de que el régimen de gobierno de Cuba haya durado ya más de sesenta años, con todo y el supuesto bloqueo económico por parte de Estados Unidos, no debe celebrarse por su longevidad. Tristemente ese es el único elemento fáctico digno de elogiarse según nuestro presidente, pero no existen otros datos que justifiquen al régimen cubano como podrían ser logros medibles en educación, alimentación, escolaridad, salud, etc. ¿Cuántos ejemplos hay de supervivencia sátrapa? El paso del tiempo no hace sino exacerbar diferencias estructurales inherentes en una sociedad sojuzgada y presa dentro de su propia nación.
Debemos hacer votos para que la defensa de los derechos humanos en Cuba y en otros países que están siendo violentados por parte de regímenes totalitarios sea la prioridad. ¿Acaso podríamos aplaudir al actual líder norcoreano porque su familia lleva tres generaciones en la cima del poder público en ese país? Me parece que esto no es un mérito. Celebremos aciertos, no atropellos.
Por supuesto la reacción estadounidense no tardó: cierre, otro mes más, de cruces fronterizos terrestres; la visita del secretario de estado fue pospuesta o quizás cancelada; negativa a atender el tema migratorio de manera integral, etc. ¿Es esto buena diplomacia? Más bien es una diplomacia peligrosa.
Eduardo Tapia Zuckermann
Abogado en México, Nueva York y Washington, D.C.
Socio Administrador en Tapia Zuckermann, S.C. (Los Cabos, Baja California Sur)