Revocación de Mandato – Consideraciones en la Praxis Política
Corren tiempos difíciles en la política mexicana. La moneda corriente es la confrontación acuñada, tristemente, desde el gobierno y no tanto desde la sociedad civil. Después de veinte años de haberse implantado la transición democrática en el país los actuales titulares de los poderes ejecutivo, sobretodo, y en menor medida del poder legislativo añoran un pasado que no regresará.
Como decía Vico en cuanto a lo cíclico de la historia parece anidar en el pensamiento y en la actuación de diversos actores políticos que buscan reimplantar un sistema de gobierno desterrado mediante el voto ciudadano por ineficiente, burocrático y corrupto al tener una estructura piramidal semejante a la organización del estado mexica cuando la voluntad de un tlatoani imperaba sobre la de sus súbditos.
No obstante que los conceptos de súbditos y ciudadanos son excluyentes es triste ser testigos de una visión miope del actual Presidente de la República que en lugar de abonar a una concordia y unidad busca hacer cumplir su voluntad a la usanza de viejos señores feudales que avasallaban a sus feudos al proporcionar cierta protección contra hordas de bárbaros y truhanes pero sujetándolos a una servidumbre perpetua, rancia y sin salida.
El ejemplo más novel es la figura de la revocación de mandato que en teoría sirve para retirar el poder público a un jefe o jefa de gobierno que no ha cumplido con las expectativas de los votantes mediante un procedimiento sancionar establecido en la constitución y en cuerpos reglamentarios pero que en la práctica sirve para colocar una espada de Damocles sobre dicho jefe o jefa.
Él o ella en lugar de ocuparse de lleno en los temas inherentes a su cargo debe distraerse para evitar que en el cuarto año de gobierno de un sexenio, medida de tiempo por excelencia en México y que evocan a los planes quinquenales soviéticos, no se le envíe a la banca para que un sustituto acabe el periodo para el que fue constitucionalmente electo o electa.
La incertidumbre que acarrea esto no debe soslayarse porque al no existir reelección en el cargo de presidente de la república y saber desde un principio que la responsabilidad dura seis años, independientemente de ensoñaciones a la usanza de Echeverría o Salinas, se torna incierto el destino del Presidente de la República en su cuarto año de gobierno.
Por lo anterior, caben hacerse las siguientes preguntas: ¿por qué el actual presidente reta a la oposición a que le junten las firmas requeridas y le revoquen su mandato?; ¿será que quiere volver a la boleta en 2024?
J. Eduardo Tapia Zuckermann
Abogado en México, Nueva York y Washington, D.C.
Socio Administrador en Tapia Zuckermann, S.C.
Los Cabos, Baja California Sur
Dichos ex-presidentes en su momento acariciaron la perpetuidad en el poder, el primero detrás de la silla presidencial ocupada por su contemporáneo y amigo José López Portillo y Pacheco, con todo y red incluida, y el segundo a través de una asociación política denominada “UNO” con autorización otorgada en el año de 1993 por parte del entonces Instituto Federal Electoral para constituirse como partido político nacional con registro definitivo.
Teléfono rojo conectado a una red de comunicación privada con línea directa entre el presidente, secretarios y subsecretarios de estado.
El padre del autor de estas líneas, licenciado José Enrique Tapia y Pérez, recibió presiones para aceptar el proyecto político continuado del entonces presidente Salinas y recibir prerrogativas por hasta ochenta millones de dólares. Afortunadamente se rechazó la propuesta y se siguió en el camino trazado. No se logró constituir el partido político nacional pero sí una Agrupación Política Nacional en el año 1997 con registro ante el proprio Instituto Federal Electoral y que estuvo vigente hasta el año 2005 y fue la decana de dichas agrupaciones.