Todo por una pata más corta
Los Cabos, BCS a 01 de marzo de 2021 / Armando Sánchez
Esto que les cuento le sucedió al primo de un amigo. Es el caso de un paciente masculino, de la sexta década, que durante más de veinte años padeció un sinfín de achaques entre los que estaban, frecuentes dolores de cabeza, de articulaciones, contracturas musculares, calambres, fatiga crónica incapacitante, arritmia cardiaca, mareo, desorientación, visión borrosa, ojo seco, inflamación de garganta y oídos, dificultad para pasar los alimentos, gastritis, incontables piedras de riñón, estómago inflamado, diarrea y estreñimiento alternados, dificultad para respirar, obesidad, desgarres musculares, dificultad para orinar y otros males por el estilo. Nada más le faltaba padecer del mal de San Vito.
El primo de mi amigo visitó doctores de todas las especialidades, herbolarios, charlatanes y hasta psiquiatras buscando la causa de tantos y tan diversos males y su curación. Solo le quedó pendiente acudir a los brujos de Catemaco.
Cada médico sin saber bien a bien cuál era la causa de tales molestias, ordenaba análisis de todos tipos, radiografías, ultrasonidos, tomografías etc. De los resultados obtenidos nada explicaba todos sus síntomas. Las sospechas iban desde crecimiento del corazón hasta alguna enfermedad autoinmune sin identificar, pasando por salmonelosis y concluyendo en muchos casos que el paciente era hipocondríaco. Pero entre lo que eran peras y manzanas, los galenos recetaban por lo regular antinflamatorios, analgésicos y antibióticos a discreción.
Para suerte de nuestro personaje, este tuvo la inteligencia de no tomarse la mayoría de las veces los medicamentos recetados. De haberlo hecho seguramente habría fallecido por los efectos secundarios de los fármacos.
Pues el caso es que hace unos meses, este señor agobiado por un fuerte dolor en el hombro y omóplato derecho, que le impedía respirar, acudió a consulta con su neumólogo, quien le diagnosticó como causa de su padecimiento una severa inflamación y contractura muscular de origen desconocido hasta ese momento, refiriéndolo con una reumatóloga que habiendo descartado que el paciente padeciera alguna enfermedad autoinmune como se lo hicieron creer durante veinte años, concluyó que la contractura que padecía provenía de alguna lesión en el cuello, en las vértebras cervicales.
Con esta valoración en mano, el doliente llegó con un neurocirujano especialista en columna, quien le mandó hacerse una tomografía y casi una docena de radiografías de columna.
Estos estudios finalmente revelaron la causa de la misteriosa enfermedad.
El aquejado tenía una pierna un centímetro más corta que la otra, esta diferencia su cuerpo la compensó de manera natural inclinándose hacia un lado lo que provocó la curvatura de la columna vertebral, llamada escoliosis, así mismo se identificaron dos hernias de disco en las vértebras cervicales y una lesión en el cuello causada por el llamado “latigazo” que se produce cuando se sacude la cabeza violentamente en un choque automovilístico.
La desviación de la coluna comprime infinidad de terminaciones nerviosas que están relacionadas con prácticamente todos nuestros órganos internos, así como el sistema músculo esquelético.
Teniendo este diagnóstico lo que procedió para el agobiado paciente fue someterse a una dolorosa y prolongada terapia de tres meses con un quiropráctico calificado, gracias a lo cual gradualmente los síntomas están desapareciendo y se empieza a notar la rectificación de la desviación de la columna. Para corregir la pata más corta, le pusieron unas plantillas para nivelar la pisada y santo remedio.
Tomando como ejemplo al primo de un amigo, no estaría de más querido lector, que, si padece de migrañas, mareos o un montón de achaques que los médicos no le atinan a explicar se haga revisar la columna, a lo mejor está más chueco de lo que piensa y ni cuenta se ha dado.
ASS