
Algo
muy turbio se trae entre manos el presidente de los Estados Unidos, al invitar
a López Obrador a reunirse con él en Washington, este miércoles 8 de junio, con
el pretexto de celebrar la entrada en vigor del nuevo tratado de libre
comercio, el T-MEC.
La implementación del tratado del libre
comercio entre los tres países de Norteamérica, Estados Unidos, México y
Canadá, sin menoscabo de su importancia no es un acto que demande una reunión
protocolaria del calibre de lo que se propone y así lo ha dado a entender el
Primer Ministro Canadiense, Justin Trudeau, al declinar la invitación a
participar en tal evento.
Quien se ha mostrado más interesado en que
esto se lleve a cabo es precisamente Trump.
Mis
sospechas se fundan en el hecho de que el republicano está en medio de su
campaña política para tratar de mantenerse en la presidencia de la Unión
Americana por otros cuatro años.
A mi juicio, Obrador se ha visto en la
incómoda posición de aceptar esta invitación. Difícilmente se podría negar después
de recibir las promesas de ayuda del país vecino al nuestro con motivo de la
emergencia sanitaria del COVID-19.
De este encuentro pueden esperarse resultados
muy positivos o por el contrario desastrosos. Veo yo tres posibles escenarios
en esta reunión.
El primero es que Trump utilice el encuentro
para exhibir al gobierno mexicano, como sumiso y colaborador de su desquiciado
plan de construir un enorme muro a todo lo largo de la frontera entre los dos
países, amén de presentarse ante sus electores como diplomático de altos vuelos
y muy capaz negociador. De darse esta situación, Trump gana y Obrador pierde.
El segundo es que la delegación mexicana
neutralice las intenciones del vecino del norte de hacer que los mexicanos
asumamos el rol de comparsa en la carrera electoral y se concrete una agenda
económica, migratoria y sanitaria más amplia y logre atraer beneficios en esos
giros hacia nuestro país en un momento en que nuestra economía atraviesa por un
periodo de desaceleración y ausencia de capitales. De lograrse lo anterior,
Obrador saldría muy bien librado del riesgoso encuentro y sería técnicamente un
empate político entre ambos gobiernos.
Y la tercera posibilidad es que el evento
resulte tan intrascendente que ambos gobernantes sumen negativos en la
percepción de la opinión pública de sus respectivos países de tal forma que
nadie entienda de qué carajos se trataba esa reunión, y más allá de la
histórica foto de Trump y Obrador estrechando las manos, no resulte nada digno
de recordarse.
Tratándose de Donald Trump y su malsana
predilección por demostrar sus complejos de inferioridad es muy probable que
haga pasar un mal rato a la delegación mexicana a partir de alguno de sus
chistes de mal gusto o comentarios racistas y xenofóbicos.
Esperamos que tal situación no se llegue a
presentar y la representación de nuestro país regrese con la dignidad intacta y
con la frente muy en alto en esta primera presentación de nuestro presidente en
el extranjero.
armandosanchezsalcido@gmail.com