En estos tiempos
en los que pocos, pero muy pocos
realmente, son los que no han llegado a sentir la incómoda incertidumbre, los
que no han cedido ante lo que ésta genera, como es la intolerancia, el
hartazgo, la hipersensibilidad de no aguantar o perder la cordura, la sensatez
y hasta el estilo ante cualquier mínima provocación.
Nadie podemos negar que, entre otras cosas, ya
respiramos una atmósfera que podría cortarse con tijeras por lo espeso y denso
de su enrarecido aire.
Y es que,
querámoslo o no, cada vez es más difícil hacerle al avestruz, por más que quisiéramos
aislarnos de las noticias que borbotean en las redes, en el radio, la tv y en
internet, cuando lo estamos viviendo en persona nada más al despertar.
Si bien en esta
cuarentena -que más bien es ya
noeventena-, el aparente tiempo dizque libre que nos queda, muchos lo
han aplicado, a los home office, los
que tienen en la posibilidad y la necesidad de seguir su chamba; otros a la
tronadera de dedos para ver cómo van a pagar la renta, el crédito, el gasto
corriente de casa y tantos otros que, como los taxímetros, siguen su curso.
El caso es que ni
siquiera los que tienen el exquisito gusto de leer o de ver películas y/o
series, ya están (estamos) hartos de querer salir a retomar sus (nuestras)
vidas, al menos como antes. Lamentablemente no será así; aún tendremos que
esperar las próximas semanas o meses gracias a que nuestras torpes y nada
graciosas autoridades federales de salud lo han hecho tan mal.
Lo que sí han
logrado es implantarnos ese irrefrenable deseo de querernos meter a la pantalla
(cualquiera que ésta sea) para rodear
con nuestros manos sus tentadores pescuezos para silenciar tanta estupidez que
siguen vociferando.
Y es que a todo esto, me van a perdonar, en mi mente, (y
estoy seguro que en la de muchos más) retumba la pregunta ¿Cómo creerles
tantas y tantas dizque verdades, que son,
la mayor parte de ellas, soberanas mentiras comprobadas?
¿Cómo creerles
que ya domamos la pandemia y que en economía vamos requetebién, cuando vemos que seguimos rompiendo todos los récords
de contagiados (hasta ahorita estamos a media cuadra de alcanzar los 200 mil) y
de defunciones que en estos momento rebasamos ya los 23 mil y a nada de
alcanzar y sobrepasar a España y otros del estilo; a la par más de 12 millones sin empleo y sin
ingresos?; ¿Cómo creerles que esto no iba a ser más grave que la AH1N1 (sí,
chucha)?; ¿Cómo creerles cuando López-Gatell dijo el 16 de abril que todo
terminaría el 25 de junio ( o sea, mañana); como creerles ahora que dice que
será en octubre y que lo más alto ahora de la meseta, será en julio?; ¿Cómo
creerles cuando el Presidente habla de que todos los que no están con él son unos
conservadores que solo simulan, cuando lo vemos a él y su séquito en una visita
a un hospital simulando enfermos (con uno de sus guardias), cuando los de
verdad se están muriendo?
¿Cómo creerles
cuando dicen que nuestro sistema de salud es de los mejores y que se iba a dar
un ejemplo al mundo de cómo se maneja una crisis sanitaria y económica cuando
los hospitales y trabajadores de la salud (médicos, enfermeros, intendentes,
etc..) no cuentan con los insumos y equipos adecuados todavía a estas alturas
de la pandemia?; y ¿para qué hablar del desabasto de medicamentos y en especial
para los niños con cáncer que siguen compartiendo
la angustia y desesperación con sus padres?
Y podría seguir y
seguir haciendo la misma pregunta acerca de la corrupción, de la impunidad, de
la violencia, de los colaboradores de la 4T que ahora se la tiene que pasar
defendiendo y justificando sus muy cuestionadas fortunas y contratacando todas
las críticas y señalamientos que siguen creciendo en esta sociedad que está
cansada de que la etiquetan de conservadora, fifí, neoliberal y no sé cuántas
cosas más. Como si no hubiera mucho qué
hacer, más que la “esencial” actividad
de seguir en campaña.
¿Cómo creer en
las mañaneras, púlpito sempiterno desde donde se predica la “verdad de
verdades”, se señalan y se colocan en la picota pública nombres, se insulta a diestra y siniestra y se repite
hasta el cansancio la frase de no mentir,
no traicionar y no robar para que Dios no nos castigue con el virus. Y por si fuera poco y
para cerrar este rosario de una y mil razones, la frase dogmática y digna del
juicio final “ O estás con la 4T o estás
contra ella” (¡ay de tí!, faltó
agregar)
¿Cómo creerles entonces, cuando la opción es ésa y nada
más?
Siga cuidándose y como diría Fernando de Aragón a uno de
sus vasallos, “seguid y practicad el arte
de la paciencia”
AF