El tren sigue su marcha
Si
se da por terminada la cuarentena el próximo 1 de junio en buena parte de la
geografía nacional, como se viene anunciando, estaríamos completando setenta
días de aislamiento para contener el contagio por COVID-19. Aunque esto es una
verdad a medias, pues realmente nadie sabe qué cantidad de la población acató
puntualmente la instrucción de quedarse en casa.
Pero haiga
sido como haiga sido, como dijera el clásico, la marcha del tren de la
economía en México se tiene que acelerar. Este país no aguantará por mucho
estar paralizado parcialmente.
A diferencia de las economías de los países
desarrollados, donde los gobiernos dispusieron de medidas para apoyar a la
población y las empresas para que pudieran mantenerse a resguardo y frenar la
movilidad para ralentizar la velocidad de los contagios del agresivo virus,
aquí, ya lo vimos, cada uno se ha tenido que rascar con sus propias uñas.
México es un país de pobres, más de 53
millones. Y los pobres no tienen ahorros ni recursos suplementarios como rentas
ni inversiones, de tal forma que pudieran cumplir con la cuarentena impuesta. Y
las ayudas ofrecidas por el gobierno federal son apenas paliativos, por
ejemplo, para adultos mayores de 65 años, la pensión es de $19.33 pesos al día,
(un kilo de tortilla cuesta en promedio $15 pesos) entregados cada dos meses,
es decir $1,080 pesos bimestrales. La cantidad de beneficiarios de este
programa asciende apenas a 8 millones de personas.
El resto de los habitantes de escasos
recursos depende principalmente de su trabajo cotidiano para sostenerse. Es por
ello por lo que cada día que pasa se vuelve imperiosa la necesidad de reactivar
la economía a pesar de los estragos que la pandemia del coronavirus pudiera
provocar sobre la salud de la población.
Ya no está a discusión si debemos salir del
aislamiento y reanudar las actividades productivas, el tema central es, ¿De qué
forma debemos hacerlo?
El reto ahora es poder regresar a la vida
cotidiana, estando conscientes de que esta peste formará parte de nuestras
vidas por mucho tiempo. Y la temeraria
apuesta que hace el gobierno federal al reactivar la economía sin contar con un
agresivo plan de diagnóstico de casos de contagio en base a pruebas, podría
disparar a otro nivel los efectos de la pandemia en nuestro país.
Por lo pronto, se tiene la esperanza de que
se encuentre una vacuna, pero ya hemos estado conviviendo con otros virus para
los cuales tampoco hay cura, como el VIH, o el Ébola en África. Y en cuanto a
la ilusión de que se desarrolle la ansiada inmunidad comunitaria, hasta hoy,
según lo afirma la OMS, no existe evidencia de que esto ocurra, y los recientes
casos de rebrote de la infección en Wuhan, China, parecen confirmarlo.
Solo nos queda apelar a nuestra infinita
capacidad de adaptación como especie a esta “nueva realidad” y coexistir con
éxito con el coronavirus en medio de la pandemia.
El tren de la economía podrá bajar su
velocidad, pero es impensable que lo podamos frenar. A pesar de las muertes que
nos llegue a causar.
No hay de otra.
armandosanchezsalcido@gmail.com