El desconcertante INSABI



Sin duda algo que repercute en el desarrollo de nuestro día a día es el acceso a la salud universal y gratuita que se encuentra establecido en el artículo 4to de la Constitución Política Federal e institucionalizado en el recién creado Instituto de Salud para el Bienestar, mejor conocido como INSABI, anteriormente garantizado en el Seguro Popular.

Existe una gran cantidad de textos y opiniones que defienden ambas posturas con base a argumentos, las cuales nos permiten enriquecer el debate para llegar a un posicionamiento crítico. Si bien, nuestro Presidente ha reiterado en su discurso el anhelo de contar con un sistema de salud pública de la calidad con la que cuentan los países nórdicos, se tendría que analizar si el INSABI cuenta con las herramientas que le permitirían consolidarse al nivel de esos referentes.

En primera instancia en el concepto de inversión existe una gran diferencia, en países como Suecia y Noruega invierten más del 9% de su PIB y México aproximadamente un 6%, según la Organización Mundial de la Salud, repercutiendo en menores oportunidades de tratamientos y atención médica.

Por otra parte, en su operación, el INSABI divide en tres categorías su accionar para la atención médica:

En primer nivel se abarcan las acciones básicas médicas como el tratamiento de enfermedades tipo gripa o colocación de inyecciones; acciones de promoción para la prevención de enfermedades, y; el otorgamiento de atención preventiva a la sociedad; lo suscrito en este nivel se ofrece de manera gratuita, según lo estipulado en la Ley General de Salud.

En el segundo nivel, se contemplan la mayor parte de problemas y necesidades de salud que requieren de internamiento hospitalario; atención de urgencia o incluso intervenciones quirúrgicas básicas como un parto o una fractura. De acuerdo con la ley, las unidades de este nivel están catalogadas como medicina interna, cirugía, pediatría y ginecoobstetricia; de igual manera se ofrece de manera gratuita, según la Ley General de Salud.

Y, por último, el tercer nivel, que incluye la atención especializada y ciertas actividades de investigación clínica o básica, dicha atención, regularmente se trata de procedimientos clínicos o quirúrgicos con tecnología de primer nivel, significando un alto costo, como ejemplo de este nivel puedo exponer una cirugía cardiovascular o una hemodiálisis. En este rubro se encuentran los 12 Institutos Nacionales de Salud; en este nivel, de acuerdo con el artículo 36 de la Ley General de Salud, se contempla el cobro de una cuota de recuperación.

Lo anterior es el punto clave del debate, ya que, a diferencia del INSABI, el Seguro Popular contaba con una cobertura que incluía de manera gratuita los servicios que se encuentran en el denominado “Tercer nivel”, de acuerdo con el Catálogo de Causas, mediante el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos. Por lo tanto, no es una institución que garantiza el acceso a la salud pública universal y gratuita.

Esto tiene una gran relevancia porque el próximo año “egresa” la primera generación Afore, es decir, ciudadanos de más de 65 años cuya pensión será únicamente el 30% equivalente a su sueldo, una delicada pérdida de calidad de vida para el retiro de las personas que podría implicar en un aumento gradual de personas en situación de calle, pobreza y desempleo. Al sumar este factor con el de no contar con una garantía de acceso a la salud universal y gratuita, podría resultar en una crisis social.

Tan solo en Baja California Sur, el Seguro Popular cuenta con más de 221 mil ciudadanos afiliados, que de acuerdo con el último censo del INEGI en 2015, representaría casi un tercio de la población, por eso es de reconocer la propuesta del gobernador Carlos Mendoza Davis de no aceptar el esquema del INSABI hasta garantizar que la población de esta entidad no se vea perjudicada por su implementación y se pueda garantizar que los sudcalifornianos cuenten con acceso a la salud universal, de calidad y gratuita.

Lo que se requiere es que los posicionamientos a favor y en contra dejen de ver a las personas afectadas como un número y los empiecen a ver cómo víctimas.

Lo que se requiere en estos momentos es mayor humanismo en las decisiones considerando a estos ciudadanos como personas vulnerables y no unos simples números o casos.

Que tenga una extraordinaria semana.

 

 

SZ




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