Paranoia involuntaria
De un tiempo acá en la atmósfera de Los Cabos se respira un tufillo de cierta paranoia involuntaria. Y es que ya empieza a ser recurrente que entre los temas de conversación sobresalgan las historias relacionadas con incidentes de robos que han padecido el mismo que lo cuenta o alguien muy cercano.
Son ya típicos e infaltables los comentarios similares que se escuchan en reuniones familiares, de amigos o negocios así como en fiestas o eventos.
Ya no es raro preguntarse si no estaremos siendo observados por delincuentes que pertenezcan o no al crimen organizado. La misma sensación empieza a tenerse al ir o enviar a alguien al banco por efectivo ya que, al parecer, hay quien vigila movimientos afuera y dentro de los bancos, comercios, oficinas y hasta de zonas residenciales no importan si son de alto, medio o limitado poder adquisitivo.
No se trata de invocar a los malhechores ni de crear una psicosis colectiva pero si de trasmitir el mensaje de ser más precavidos, observadores y sobre todo más cuidadosos con nuestro entorno cotidiano.
Quizá para los que viven en condominios o residencias (que son los menos) donde la seguridad prácticamente está garantizada, este asunto no les resulte de interés, aunque no podrán negar que en algún momento han escuchado alguna que otra historia de algún familiar cercano o lejano, amigo, conocido o desconocido que ha sufrido un robo pequeño, mediano o considerable.
Y es que la bonanza y el progreso también vienen aparejados con facturas de inconveniencias inevitables y más cuando la planeación y visión no están bien calculadas.
La oleada de trabajadores que vienen de fuera para la construcción de hoteles, condominios y otras obras que llegan con las condiciones mínimas de contratación, sin garantía de regreso ni de una estancia lo suficientemente digna para permanecer en la zona, orilla a algunos de ellos (por supuesto que no ha todos) a sumarse a la actividad del robo, por no hablar de los que ya están instalados y organizados.
Si analizamos los diferentes estratos sociales de Los Cabos encontraremos que todos o casi todos son vulnerables a los amantes de lo ajeno. En menor o mayor escala, desde dentro o desde fuera, con violencia o sin ella, el caso es que la desigualdad y las carencias para sobrevivir de muchos, genera que algunos por ´necesidad´, otros por oportunidad y los más por oficio o modo de vida, ven en el robo un estilo de vida que cada vez les implica más beneficios y menos riesgos por el índice tan alto de impunidad, por los resultados de ineficiencia de la policía preventiva y luego por la ministerial al investigar o resolver los casos denunciados.
A tal grado ha llegado esta sensación de paranoia que el ciudadano se ha vuelto cada vez más desconfiado y temeroso hasta de sus propias autoridades. Los mismos gobernantes y altos mandos de las corporaciones lo reconocen.
La tarea no será nada fácil para el recién nombrado Director de Seguridad Pública de Los Cabos, Capitán Jorge Ontiveros como no lo ha sido en el medio año que lleva al frente de la Procuraduría del Estado el Maestro y experimentado Lic. Erasmo Palemón Alamilla. Si bien han tenido logros, éstos no han sido suficientes para recobrar la confianza y tranquilidad de la sociedad sudcaliforniana y en especial en este destino turístico donde más delitos de robo se registran.
Purgar las corporaciones tendrá que ser una tarea igual o más intensa que reducir los índices de delincuencia además de dar un verdadero giro a la cultura de la atención del ciudadano cuando es víctima de algún delito.
Ir a levantar un acta o denuncia ante el Ministerio Pública representa ya una verdadera monserga. Si le ha tocado a usted, amable lector, sabrá de que le hablo y sino, pregúntele a quien ha tenido que hacerlo.
El tiempo sigue su marcha y los resultados no se ven y, si los hay, no han sido suficientes porque lo cierto es que la percepción es otra. Y es que en esto de la seguridad o más bien, la inseguridad, la percepción es realidad.
En Los Cabos la actividad económica se ha tornado tan compleja que para garantizar su seguridad se requiere de una cirugía mayor. Se requieren acciones y capacitación de autoprotección y al mismo tiempo promover la denuncia y continuamente realizar un escrutinio esmerado y profesional de policías y funcionarios que tienen que ver con la prevención y la aplicación de la justicia, entre otras cosas.
En fin, mucho por planear y hacer. Mientras tanto habrá que pensar en nuestros propios intereses y patrimonio mejorando la prevención, la protección de nuestros bienes y la prudencia de lo que hacemos y no hacemos. Los que puedan, a instalar alarmas y seguir alertas. Los que no, pues a apoyarse con los vecinos y no bajar la guardia en ningún momento.
¡Cuídese!
AFC