Los colores de mi piel
¿De que color somos los mexicanos?
Del color del mar y del cielo.
De las ruinas de haciendas coloniales y ciudades mayas tragadas por la selva. De los cientos de iglesias erigidas sobre templos ceremoniales y pirámides destruidas.
Nuestro color es el del altiplano y los volcanes.
Del maguey y el agave, con sabor a pulque ancestral y mezcal mestizo.
Porque no hay un solo tipo de mexicano.
No pertenecemos a una raza.
Tampoco tenemos una sola lengua.
Somos el indio y el español fundidos en una cultura.
Aquí están los traídos de África contra su voluntad, y el chino que llegó a construir ferrocarriles y se quedó
Nos une y nos distingue la gastronomía.
El culto por los muertos.
Nos mueve la esperanza de ver florecer a nuestro pueblo. De convertir en médicos e ingenieros a los sentenciados a ser eternamente pobres, por nacer en comunidades indígenas olvidadas.
A los mexicanos nos gusta soñar con que nuestros hijos, al salir al extranjero regresen cargados de conocimientos y habilidades listos para ponerlas al servicio de su patria.
Pero nos hiere que en lugar de recibir elogios por su esfuerzo y dedicación cuando vuelvan sean señalados y denostados por el noble deseo de superarse. De ser mejores de lo que fuimos nosotros.
Nuestro color es el de la solidaridad de todos los que ponen sus manos para rescatar a los sepultados por los terremotos. El de los que forman cadenas humanas para salvar a los arrastrados por los ríos desbordados durante los huracanes.
En nuestros corazones no hay resentimientos por ser mestizos, ni por ser esa fusión de culturas de la que nació la tradición de comer los churros españoles con chocolate indio.
Tenemos el color de la tierra que nos vio nacer como mexicanos, orgullosos de llevar en las venas la sangre de dos mundos.
Porque el mexicano de hoy tiene el color de la cultura del esfuerzo, la dedicación por el estudio y el trabajo honrado. En su corazón no hay espacio para rencores.
Somos del color de este pueblo que es el resumen de muchos pueblos.
AS