Famosos por sus fechorías


Hace unos días, se conmemoró una de las fechas más absurdas del mundo occidental.

El 21 de julio, pero del año 356 a.C. a un pastor, ignorante y lleno de delirios de grandeza llamado Eróstrato,  se le metió en la cabeza que su nombre pasara a la historia por realizar un acto digno de ser recordado por generaciones y fue así como le prendió fuego al magnifico templo dedicado a Artemisa, en la antigua ciudad griega de Éfeso, (Turquía) considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo.

El atolondrado incendiario fue aprehendido y bajo tortura confesó los motivos reales que lo llevaron a cometer un acto tan vil. Después de ser sentenciado a morir, se decretó bajo pena de muerte a quien no lo acatara, que fuera borrado todo registro de su existencia y que su nombre no fuera pronunciado en ninguna circunstancia. Para evitar que el villano lograra sus perversos objetivos.

La medida surtió efecto por un tiempo relativamente corto y lejos de evitar que Eróstrato fuera recordado, finalmente logró colarse en los anales de la historia universal a tal grado que hoy se le recuerda mucho más que a aquellos que lo condenaron al olvido, a grado tal, que hasta en psiquiatría se ha definido como erostratismo a la manía de causar daño a personas, animales o cosas solo por ganar notoriedad.

En nuestros días, tenemos a una infinidad de personajes de toda calaña, que van por la vida cometiendo crímenes de todos los tipos imaginables buscando reconocimiento y aceptación por sus bajezas.

Actualmente los medios de comunicación y las redes sociales les han abierto a estos dementes un nivel de difusión tal que todos los días somos testigos de atrocidades que se cometen en todas las latitudes de nuestro planeta contribuyendo así con los propósitos de estos modernos Eróstratos.

En una sociedad como la nuestra, ávida de noticias amarillistas y sensacionalistas la difusión de actos deleznables compite con sobrada ventaja contra la de las buenas acciones que, las mas de las veces quedan sepultadas bajo el alud de infortunios y tragedias que se hacen del dominio público, cortesía de todos estos enfermos mentales.

Solamente imaginen ustedes mis muy escasos lectores, a cuantos de estos enajenados tendremos no solo enrolados en las filas de la delincuencia organizada, sino actuando como diputados, gobernadores, o prominentes empresarios y políticos varios que por mera maldad, destruyen ecosistemas, arruinan la vida de miles de personas, violan mujeres, y cometen otras fechorías, al estilo de Félix Salgado Macedonio, (perdón, no pude resistirme a mencionarlo, como el truhan que es) buscando ganar renombre y popularidad y que lejos de ser repudiados actúan impunes bajo el manto de protección de los que los protegen.

Contrario al modo que lo hicieron los habitantes de Éfeso hace 2377 años, nosotros debemos denunciar y evidenciar a todos estos sátrapas y señarlos como lo que son, escoria humana que busca notoriedad.

Que la suya sea una fama que lejos de que produzca reconocimiento nos de asco, cuando menos.

 

armandosanchezsalcido@gmail.com






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