Cuando la esperanza llora


Cada momento que vivimos soñamos, siempre un anhelo, siempre una esperanza.

Estoy sentado en un bote de pintura viejo que usan para almacenar agua, frente a la ventana de una casa de madera reciclada, sin puertas, con el techo de cartón, a la orilla de un cerro de matorrales del desierto. Mi frente escurre el sudor que seco constantemente con las manos por un clima caluroso de un desierto en pleno verano. En el centro de la casa -no sé si se le puede llamar casa, pero cuenta con la distribución de algo que se le asemeja a un pie de casa- muchos niños descalzos que ríen a carcajadas sin pretextos, su motivación está centrada en la cara de un desconocido, mientras su mamá prepara una sopa en una cazuela vieja en una pila de fuego con leña de monte. Por si fuera poco, el viento caliente y la humedad que sofoca el ambiente, me permite presentir una posible lluvia.

Soportando el calor, platico con la mamá de los niños, sin saber que se habla de ellos, con el claro objetivo de convencerla de incluir a sus hijos y a ella misma, en un proyecto de actividades lúdicas, artísticas y educativas. Estas actividades, tienen como propósito, el  inculcar valores humanos que les permitan tener fortalezas emocionales para enfrentar la adversidad de un mundo de carencias y sufrimiento.

Dichas actividades, se realizan mediante talleres al aire libre, cubriéndose del sol de la tarde, mientras una señora de 73 años con el apoyo de voluntarios organiza todo. Misma señora, que, de manera inclaudicable, ha dedicado su vida entera a realizar eventos formativos con los niños en las colonias de alta vulnerabilidad, con el único apoyo incondicional que le brinda su esposo y algunos buenos amigos. Como alimento del alma al ver que los niños puedan librar el sufrimiento de una vida llena de adversidades para que tengan una infancia feliz.

-Dicho evento, me recuerda una película  italiana dramática de 1997, “La vida es bella”, que tiene por tema principal la supervivencia de un niño, protegido por su padre, en un campo de concentración nazi, en el que ocurren toda clase de situaciones que exponen al niño a una vida de peligros del cual no se percata por el amor que vive día con día-

Entre risas y jalones, los niños empiezan las preguntas para atraer mi atención, como tratando de impresionarme, me cuentan sus aventuras, presumiendo su perro callejero solovino, que apenas puede caminar por lo desnutrido que está, sus expresiones de sorpresas en cada narración, muestran al mejor perro del mundo, un perro pinto que mueve su cola entre las piernas, pero se deja acariciar con la cabeza baja.

Mis pensamientos no encuentran lugar seguro para las preguntas y las respuestas, mi estomago se hace chiquito y mi cara muestra un mar de sentimientos de amor, compasión, tristeza, alegría, esperanza y una necesidad de cambiarlo todo. No hay lugar para una lagrima que venga de tristeza, solo el deseo de ayudar.

Se nos va la vida, pero no se nos van los sueños, siempre hay esperanza cuando encuentras a heroínas y héroes silenciosos que dan la vida entera por tratar de mejorar lo que parece perdido y olvidado, una infancia que vive muchas historias de dolor que encuentran una posibilidad que la salve de una realidad que puede terminar en tragedia.

Una cara sucia por la falta de agua y el polvo del desierto, pero sonriente a pesar de todo lo que viven, es la imagen de la mayoría de los niños de las colonias populares de Baja California Sur, que tiene una sociedad que se olvidó de ellos, un gobierno que pierde de vista que el futuro de una nación está siempre en la salud física, mental y emocional de sus hijos. La autocritica nunca ha sido valorada, los reclamos han sido justificados ante una realidad que solo unos cuantos son conscientes.

Regreso a la comodidad de mi casa, me quito la ropa sucia por la jornada en las colonias, me acerco al refrigerador y tomo una bebida refrescante mientras reflexiono sobre lo que he vivido y me detengo en la imagen de los niños. No hay palabras para resumir las razones por las que tenemos que cambiar, tenemos que transformar la realidad de muchas personas, nos olvidamos de lo importante, los adultos nos perdimos en los falsos valores de una vida llena de cosas que no necesitamos y que pudieran mejorar la vida de muchas niñas y niños si prescindimos de ellas y creamos oportunidades si damos un poco de lo que tenemos en tiempo, amor y recursos materiales, siempre es buen momento para comenzar un nuevo proyecto.

Por: Alejandro Lage






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