El deseo de no cambiar nada


En Baja California Sur se vive la peor crisis multifactorial que ha tenido su historia, pero no es la crisis provocada por los efectos inflacionarios que provoca nuestra ubicación geográfica, no es por la falta de agua derivada de su clima desértico, no es por la pandemia de COVID 19, no es por la falta de oportunidades generada por una caída de la economía, no es por la deuda pública contraída en las administraciones anteriores  que compromete su presupuesto público y no es por la depredación de los recursos naturales de especies en peligro por su sobreexplotación. Todo lo anterior es una consecuencia de la crisis social, una crisis que ha trastocado la esencia misma de las personas en sus valores humanos y la falta de ellos.

La crisis social que enferma en lo individual a las personas y provoca autodestrucción, se ve reflejada en una cultura política de políticos que engañan y una sociedad que se autoengaña al permitirle todos los excesos, como si fuera un mal necesario, como si no existiera otra ruta. Hemos creado de la política y sus manifestaciones un espejo del deseo de la misma sociedad.

Vemos con normalidad lo que a todas luces no debe ser normal, hacemos leyes que no se conocen ni se quieren respetar, elaboramos reglas a modo y creamos una realidad que deseamos cambiar, pero no hacemos nada por cambiarla. Es la ignorancia, el miedo, el deseo, la esperanza y la sinrazón de una sociedad permisiva, un mar tranquilo para navegar en la impunidad de quienes poseen una canoa como plataforma política, donde la competencia entre grupos y/o corrientes políticas utilizan como remos el dinero y los engaños para llegar al destino el tesoro presupuestal. Somos como un pueblo que acepta la llegada de sus piratas esperando que les compartan del botín del presupuesto a sabiendas que el botín solo se reparte entre piratas.

Los lamentos son la resignación del perdedor recurrente, un perdedor que siendo consciente vive siempre la esperanza que le genera una promesa, a pesar de saber que no se va a cumplir, pero se tiene el deseo que se cumpla, como queriendo alcanzar el infinito. Construimos una fantasía social, que anhela que algo suceda como un milagro divino o con la llegada de algún super héroe o heroína que nos salve de la inminente catástrofe con sus super poderes y logré sin esfuerzo el bienestar propio y de los seres queridos. La lotería de un avión que no se vende, ni se regala, ni se puede tener, pero se desea y todos queremos subirnos para tocar las nubes.

Vivimos un sistema que depende de un gobierno que representa el poder público, mismo que integra funcionarios públicos que representan la autoridad que habrá de hacer respeta las leyes y reglamentos que permite se ejecuten las acciones para crear las condiciones en las que la sociedad realice sus actividades económicas y sociales en condiciones de equidad. Es esta la razón de la organización de la estructura jurídica y política de una sociedad. Pero la realidad dista de ser la que construimos en papel.

Hemos creado un sistema paralelo, un poder por encima del poder que otorga el marco jurídico, permitiendo a las personas que logran acceso a las posiciones de poder público y político no respetar las leyes y no cumplir con los cometidos por los cuales representan un cargo público. Personas que creen que su momento o su oportunidad para hacerse rico ya llegó porque ya le toca. Y nosotros como sociedad validamos está situación, al grado de permitir la impunidad, sin aprobarla por completo, porque hemos hecho que el político tenga mayor poder en la negociación y concertación política que en la propia aplicación de las leyes, existiendo un deseo perverso en algunas personas por no decir que la mayoría, de querer tener esa oportunidad de estar al margen de las normas y las que emanan de la conciencia de que lo bueno para uno debe ser bueno para todos.

Traduciendo lo anterior, existe en el consciente y en el subconsciente colectivo un poder superior a la constitución, tratados, leyes y reglamentos, que es el poder que le otorga la sociedad de manera silenciosa al político en turno, al permitirle los excesos por creer que puede ser parte de ese poder. Es un deseo de poder acceder a esos privilegios en el poder al sentirse cercano o parte de su grupo sin serlo realmente, generándose la complicidad de una voluntad que desea cambiar y al mismo tiempo desea NO CAMBIAR NADA.

Pero vivimos una era de transformaciones inevitables, en el que el poder de un político que ejerce el poder público va a ser limitado. Es por esto que el principio del fin de una cultura política anquilosada en malas prácticas, será sustituida por un nuevo formato….

 

AL

 

 

 

 

 







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