Hace
muchos, pero muchos años que Los Cabos, en Baja California Sur, se ha puesto
como ejemplo de desarrollo económico y dinamismo turístico. Aquí abundan los
premios internacionales a hoteles y restaurantes. Constantemente el destino
turístico aparece en revistas especializadas como uno de los mejores para
visitar.
Desgraciadamente esta historia rosa, se ha
visto interrumpida por la súbita embestida de la pandemia del COVID-19 y la
amenaza de una crisis económica sin precedentes en la historia moderna mundial
que presagia tiempos borrascosos.
No obstante que este pedazo de paraíso ha
generado bienestar y fortuna para algunos, para muchos más, la vida no ha sido
tan generosa.
Miles
de familias de escasos recursos, están privadas de los servicios públicos más
elementales, como agua, drenaje, vivienda y asistencia médica entre otros. En
los asentamientos irregulares, instalados muchos en áreas de alto riesgo no se
vive precisamente en un paraíso, más bien parecería que están en el purgatorio
mismo.
Ahora que ha caído la afluencia turística,
tenemos una excelente oportunidad para poner en orden la casa. Debemos voltear
a ver dónde se concentran nuestros grandes problemas como comunidad. Y empezar
a discutir al seno de los organismos empresariales, Asociación de Hoteles,
Desarrolladores Turísticos Inmobiliarios, cámaras de comercio y asociaciones
profesionales de arquitectos, ingenieros, etc., cómo vamos resolviendo estos
problemas.
Urge, por ejemplo, encontrar la forma de que
se construyan viviendas de interés social y sacar a las personas de las
invasiones. En la solución de este grave problema deben participar de la mano
autoridades de los tres niveles de gobierno y el sector empresarial. Esta
actividad sería un importante detonador de la economía local y ayudaría al
saneamiento del caos urbano que se genera con estos asentamientos irregulares y
todos los aspectos negativos que le rodean como son la inseguridad, el
hacinamiento y la insalubridad.
De la mano de esto y como condición previa a
la construcción de vivienda, tenemos que encontrar la solución al desabasto y
mal manejo que se hace del agua y su disposición final. No es posible que se
siga castigando a la población por falta de agua y se nieguen nuevos proyectos
inmobiliarios por no contar con este elemento hídrico.
Nuestras dos ciudades, San José del Cabo y
Cabo San Lucas, no tienen prácticamente ningún valor turístico, carecen de
atractivos históricos, naturales, culturales o de cualquier índole que resulten
de interés para el turismo. Son ciudades feas, desordenadas, sucias,
malolientes y carentes de servicio de transporte eficiente y regular, así como
de pavimento y alumbrado público en muchas de sus vialidades. Todo ello les
confiere un valor turístico de 0 –cero-.
Pero eso puede cambiar. Si como comunidad
aprovechamos este paréntesis que nos brinda la economía para mejorar nuestro
entorno.
Debemos aprovechar este tiempo para pensar un
poco en como logramos mejorar nuestra fuente de ingresos que es este espacio
bendecido con tantas bellezas, pero tan descuidado que es de dar vergüenza.
armandosanchezsalcido@gmail.com