Distopía
El otro día, en alguna red, un amigo, uno del grupo con los que solía comer los viernes (cuando había comida, cerveza y reuniones) y que comparte el nivel de amor, aprecio, respeto y admiración, que le tengo al actual gobierno (similar al crecimiento estimado de la economía nacional, que estará entre muy malo y terrible), publicó que la 4T era una “Distopía”. De inmediato miembros del grupo mostraron su aceptación con el concepto. Yo en mi vida había oído pronunciar tal palabreja, pero si gente tan sabia la mentaba, merecía ser visitada.
En busca del significado me topé con dos
viejos conocidos. El primero, Santo Tomas Moro, patrono de los
abogados, que perdió la cabeza (literalmente) por oponerse a su
soberano, Enrique VIII de Inglaterra y sus costumbres maritales y
religiosas. En segundo lugar, su obra más popular, escrita en 1516, y
leída por un servidor el siglo pasado, conocida como la “UTOPÍA” (en
realidad llamada "Librillo
verdaderamente dorado, no menos beneficioso que entretenido, sobre el mejor
estado de una república y sobre la nueva isla de Utopía" o por su nombre
en latín “Libellus vere aureus, nec minus salutaris quam festivus, de optimo
reipublicae statu, deque nova insula Vtopi”).
El libro, en resumen (espero Santo Tomas me lo perdone) tiene dos partes. La primera, que es una crítica los vicios sociales, que existían en la época, y siguen existiendo, aún ahora. La segunda, que es la descripción que hace un viajero de una isla artificial, creada por el hombre, para alejarse del hombre, llamada “Utopía”, donde esos vicios no existían.
En Utopía, se nos dijo, lo más importante era la felicidad. Hacer política fuera de los lugares y momentos para hacerla, era penado con la muerte. Era una especie de democracia, indirecta, puesto que solo votaban los líderes familiares. La meta de la política era abolir la tiranía.
Santo Tomas Moro identificó que el mal social por excelencia, era la propiedad privada, así que ésta no existía en su Utopía. Todas las ciudades eran razonablemente iguales, los gobernaba un príncipe electo, y había lugar a la meritocracia. Que haga las cosas los que saben hacerlas.
Todos tenían que trabajar en todo, de todo, algunos en el campo, otros en las ciudades, en algún momento de sus vidas. Se cambiaba de chamba con frecuencia, para saber más de todo.
Las casas eran iguales, y de tiempo en tiempo, se intercambiaban. Por rifa o sorteo, tipo avión presidencial. Todos eran felices, felices, felices. Se dice que el nombre deriva de etimologías griegas que se refieren a “ningún lugar”. Santo Tomás sabía que Utopía no existía, ni existiría, pero quedaba como aspiración. Era una sociedad deseable.
La Distopía viene a ser la antítesis o el antónimo de la Utopía. Una sociedad no deseada. Una sociedad de infelicidad. De tiranía. Imagínense México, pues. Mayo 31, 2020. Así. Crimen, como nunca. Pobreza, a todo lo que da. Corrupción, más que el año pasado, según agencias oficiales. Violencia de género. Muertes, a lo estúpido, por falta de previsión. No me refiero solo las 10,000 del coronavirus (al día de hoy) sino también a las muchas más por la ausencia de seguridad pública. Me refiero a las que faltan. Me refiero a una sociedad con ausencia de esperanza y, sobre todo, con miedo. Mucho miedo. El futuro es el portal más negro que debemos cruzar, y siento que tenemos las peores herramientas.
Lo bueno y lo malo, es que ninguna de las dos, ni UTOPÍA ni DISTOPÍA existen. No completamente. En ningún lado. Lo bueno y lo malo, es que, en todas partes, hay personas trabajando en ambos bandos, con logros más o exitosos, en los dos espectros del concepto.
Supongo que, si Santo Tomas Moro visitara hoy los Países Bajos, Noruega o Finlandia, pensaría que su Utopía era casi posible. ¿Qué cara creen que pondría después de una visita a Cuba, Venezuela o Nigeria? El concepto de la Distopía se acuño después de su muerte, pero seguro lo entendería.
El mexicano en el 2018 voto por una Utopía. Pero nos tomaron el pelo. El eje del cambio era la lucha contra la corrupción, y la prevalencia del amor. Eso resolvería todo.
Pues bien, con pena les informo que, en la lucha contra la corrupción, con este gobierno, y con estos funcionarios, dimos un giro, o varios, de 360º. O sea que vamos en la misma dirección, pero más apendejados, por estar mareados. La corrupción no solo está intacta. Esta más gordita.
En todo lo demás que tenga que ver con el
bienestar, el giro fue de 180º. Vamos en la dirección contraria al
bienestar. Supongo que algo podemos hacer. Hagámoslo.
Construyamos nuestro cacho de Utopía, un día a la vez.